viernes, julio 08, 2005

Condenado

No hay remedio que me devuelva la salud. Soy un perro condenado. Un perro enfermo y crónico. El veterinario no entiende cómo es que estoy vivo. Siempre dice que va a escribir un libro sobre mí. Yo creo que debo tener algo de alma gatuna por eso de las siete vidas. Mi dueña prefiere creer que es porque soy demasiado testarudo para morirme. Testarudo o valiente. Depende de cómo se lo mire.
Los hombres me hicieron a imagen y semejanza de los emperadores. Pero resulta que no soy un emperador sino un perro y para colmo con los colmillos torcidos. Me pregunto si los emperadores chinos sufrían tanto como yo.
En estos días la veo que entra y sale de la casa y me saluda despacito, como si estuviera sosteniendo una cosita muy frágil. Es cierto que estoy un poco frágil.
Pero si ella supiera lo frágil que se la ve a ella también.
¿Porque quién la sostiene a ella?