miércoles, noviembre 28, 2007

¿Único en el mundo?

Otra vez, enfermísimo.
Las pulgas hicieron de las suyas. Me rasqué. Me rasqué y me rasqué.
Soy un perro, qué voy a hacer. No puedo no rascarme. Como sea: punto de infección y, ay, baja inmunidad, pocas defensas, todo es un punto más para la demodexia y un punto menos para mis días de salud.
Caray.
Caray.
¡Caray!
Parece que ya no aguanto los remedios. Mis dueños me han cuidado como han podido pero mi hígado va a estallar y todo lo que me dan por boca, hoy por hoy, lo vomito.
Mi veterinario ha dicho: "no existe en el mundo un perro de nueve años con demodexia juvenil que esté vivo". Soy un caso único. Especial. Todo es ensayo, prueba y error. Durante años probaron con todo: ¡hasta homeopatía!

Aún así, Gustavo, -es así como se llama el vet- me ha hecho una limpieza quirúrgica que duele como la madre que nos parió a todos. La demodexia se ha empecinado con mi cuello (no hagan chistes sobre mi cuello porque les aseguro que en este momento me duele). Me ha dado un protector hepático (sí, amigos, parezco un viejito, ahora me cuido el hígado), me ha dado una cremita antitodo (léase antimicótico, antiinflamatorio, antibacteriano etc.) menos antidemodéxica que es justamente lo que yo necesitaría pero, para eso, amigos, no hay remedio eficaz. Y un antibiótico. La famosa pastilla de endectocida la tomaré de por vida. Si es que ella no me destruye a mí primero. Lo mío es algo tan crónico que ya no sé si me voy a morir de demodexia o de los remedios contra ella. Ni vacunas me han podido dar por temor a que mi sistema inmune no lo resista.

Claro, ustedes preguntarán por qué no hay algo que mate al famoso ácaro. Todos convivimos con este ácaro. ¡Hasta los humanos! Todos, en alguna medida, vivimos "armoniosamente" con este ácaro. Pero sólo quienes tenemos las defensas bajas -por vaya a saber qué historial de vida- somos afectados por esta dolencia.

No es necesario que vuelva a explicar que al nacer me abandonaron, me dejaron librado a mi suerte, perdí un ojo, tuve una infección generalizada, estuve al borde de la muerte y me salvé por un pelito (el único pelito que me quedaba en el cuerpo).

Y aún así, amigos, a pesar de estar todo reventado por dentro (y por fuera porque les aseguro que mi aspecto no es de lo más lindo en este momento) me queda ánimos para escribir un poco.

Todo sea por mis Rossis.

En estos momentos no me gusta esto de ser único y especial en el mundo. Esto de ser viejo y tener un enfermedad de pendejo. Me gustaría ser un pequinés como todos los demás pequineses que tienen dos ojos, piel lustrosa y aire de reyes. ¿Qué aire de rey voy a tener yo?
Yo, hoy por hoy, me siento un mendigo. Un estropajo viviente.
Hasta mis dueños me miran con lástima.
Basta, eh.
Se acabó.
Yo digo que se acabó.
Me bajo de este teclado y me voy al parquecito.
A ver si hoy tengo suerte con algún pajarito.

martes, noviembre 20, 2007

Zumbido

No sé si ustedes saben pero nosotros, los pequineses, tenemos algo así como una insuficiencia respiratoria.
Es que con la nariz chata como la tenemos, imagínense lo difícil que nos resulta respirar. Es como si uno tratara de meter aire por un plato. Lo peor es que hacemos tal ruido cuando nos agarra este ataque que interrumpimos cualquier conversación que los humanos estén teniendo en ese momento. Nadie puede seguir hablando cuando el perrito de la casa está teniendo un ataque cuasi asmático, de esos que si te descuidás, chan, aparecés en el cielo, con angelitos volando.
A mí me agarran de vez en cuando pero muy especialmente cuando me pongo nervioso.

¿Y por qué me puedo poner nervioso yo?, preguntarán ustedes.
¿De qué se puede poner nervioso un perro como yo que pasa las 24 horas comiendo carne picada, durmiendo en el sillón de plumas, correteando a los pajaritos y revolcándose en el pasto?
Ah, pues, ¿de que va a ser?

DE LA SITUACIÓN MUNDIAL, MUCHACHOS.

Ayer nomás, estaba yo tranquilo en mi dominio verde, comiendo un huesito de esos que quedan después de los asados pantagruélicos que hacen en esta familia cuando estos desalmados se ponen a hablar de si Estados Unidos esto, de si China lo otro, de si Estados Unidos aquello, de si China aquello otro, de si Estados Unidos..., de si China...

AAAAAH. DESESPERACIÓN.

Me dieron de ganas de decirles como dijo rey que tienen los españoles en la cumbre: ¿¿¿pero por qué no se callan???

Pero como no estábamos en ninguna cumbre y yo no soy el rey de los españoles empecé a sentir como se me cerraba la garganta. Ay, qué mal agüero cuando se te cierra la garganta. Y estos tipos seguían con que Bush y no Bush y a mí cuando me dicen Bush empiezo a ponerme como loco, se me salta el único ojo de la órbita. Es una cosa terrible. Y entonces sucedió lo inevitable. Interrumpí su charla con un zumbido que salía de mi garganta y de mi nariz achatada. Un zumbido que no tiene explicación onomatopéyica así que se lo tendrán que imaginar. Y claro, surtió efecto. Se callaron y vinieron a mi lado a ver qué me pasaba al grito de: ¡Pancho es antibushista!

Ese zumbido fue mejor que el "por qué no te callas" del rey español.