martes, febrero 19, 2008

mal del cuore, mal de amores

Entramos a la temida veterinaria de la mano de mi dueña y ¿qué me encuentro? Gustavo, el veterinario, no está allí. En su lugar hay una mujer. Yo estaba aterrado. Siempre estoy aterrado cada vez que voy a ese lugar. Nunca es para nada bueno. Imagínense que mi primera vez en esa veterinaria fue para que me quitaran mi ojo y me dejaran cual pirata mala pata. O, mejor dicho, cual pirata ojo tuerto. Pero esa es otra historia. Esta vez había una chica más o menos de la edad de mi dueña.
Silvina.
Aaaaah (suspiro).
Si vieran la delicadeza con la que me auscultó el pecho. Y lo dulce y tierna que estuvo cuando sugirió que me sacaran de la camilla metálica porque me veía muy nervioso.
Al despedirse me dijo: chau, Panchito, te portaste muy bien.
Ando mal del cuore. Pero esta vez ¡no es el soplido!

Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah.

sábado, febrero 16, 2008

¿Cuántos años tengo?
Ni yo sabría decirlo. Los perros no medimos el tiempo de los humanos así que si ellos no lo saben menos lo vamos a saber nosotros. Como no se sabe cuánto tiempo fue el que transcurrió entre mi nacimiento y mi llegada a casa de los Rossis es medio complicado calcular mi edad exactamente. ¡Pero de ahí a agregarme tres años! Quiero decir, no sabemos exactamente cuanto tiempo transcurrió pero seguro que no fue más de un año.
El vet ha declarado que debo andar por los trece años. ¡Y yo que me creía un pendex de diez!
Ahora parece que nada de hacerme cansar, ni de tirarme la pelotita ni de emocionarme mucho.
Ando mal de cuore, amigos. ¡Lo que me faltaba!
Un soplido, dicen.
Ya estamos de vuelta, gente.