martes, enero 24, 2012

En un tigre de Bengala


Panchito,

Muchos piensan que existe un cielo de los perros. Pero yo no te imagino en el cielo porque no creo que nadie vaya al cielo cuando muere. Creo que cuando uno se muere, se muere y punto. Abandona el cuerpo y se terminó la cuestión. Uno no es más quien solía ser. Además, la verdad es que te llevabas mal con los otros perros porque eras tremendo cabrón así que no me hace feliz imaginarte en un cielo de perros.

Pero hay quienes creen en la reencarnación. Si esto es así, te imagino reencarnando en un Tigre de Bengala, esos felinos magníficos que parece que están en extinción por culpa de la caza ilegal. Si se te ocurre volver como un Tigre de Bengala sabé que tenés que cuidarte muchísimo de los hombres. Pero muchísimo. Los hombres son seres horribles para todas las criaturas salvajes de este mundo. Ojalá que nunca tengas que encontrarte con uno. Ojalá que vivas tu vida salvajemente y que tengas muchas tigras con las que copular y engendrar un montón de tigrecitos de bengala. Y ojalá que vivas rodeado de criaturas salvajes, lejos de la civilización y, por ende, de las enfermedades. Ojalá que nunca jamás estés enfermo. Nunca. Y te digo esto porque las criaturas salvajes jamás se enferman.

Así que ya lo sabés.

tu dueña,

Flor.

domingo, enero 22, 2012

Adiós Panchito


Pancho era un perro con muchos nombres.
Se llamaba Pancho Sancho Ancho pero antes de eso se llamó Kreítton (que es una palabra griega que significa "el más valiente"). Respondía al nombre de Pon, Panchi, Pan-chín, Chopán y Ponuchi.
Era un perro inteligentísimo, un pequinés orgulloso aunque algo déspota pero comprador como él solo. En sus buenos años se asemejaba a un pequeño leoncito de pelaje rojo o a un gremlin bueno. Lo amamos mucho e hicimos todo lo posible para que tuviera una buena vida.
Pancho no le tenía miedo a casi nada. A lo único a lo que le tenía miedo era a quedarse solo.
Nunca quiso a ningún otro perro salvo a Malena, que fue su compañera sólo porque ella llegó antes que él a la casa.
Seguramente le hubiera gustado vivir muchas aventuras pero siendo un perro doméstico tuvo que conformarse con el jardín de la casa de mis padres y ahuyentar a los múltiples pajaritos y gatos que se aparecían.
Nunca supimos cómo perdió su ojo. Seguramente fue en una pelea callejera. No por nada se ganó el apodo de Pancho Camorra. Cuando llegó a nosotros ya era tuerto.
Pancho era un animal y como tal no podía hablar pero se sabía expresar de muchas formas. Tenía gruñiditos característicos. Sabíamos perfectamente cuando estaba feliz y cuando estaba enojado. Sabía expresarse muy bien.
Cuando llegó era un estropajo pero con mi hermano ni lo dudamos. Nadie lo quería. Nosotros lo quisimos.
¿Por qué? Eso es algo que me pregunto una y otra vez.
¿Por qué lo quisimos tanto?
No era un perro hermoso, es cierto. Era oloriento, se le caía el pelo, en el último tiempo tenía costras en todo el cuerpo, tenía un carácter impulsivo y dominante. Pero era Pancho y era nuestro. Y lo amamos muchísimo.