Aquí estoy, muchachos. ¡Sobreviví!
Vivito y coleando. Morfando de nuevo como un descosido. "Pancho aspiradora", me dicen ahora. Tengo todos los pelos en su lugar. ¡Y largos! Me está creciendo la melena de leoncito que tanto me gusta pero que me da calorrrrr. Mis dueños, bien gracias, unos desalmados totales. Se van de viaje, me dejan solo, por ende, me estreso y quiero llorar pero como no me sale y no tengo psicólogo me agarra demodexia y el ciclo recomienza. Alguien dijo que somatizo las cosas. Pero che, vamos, que no lo hago propósito. Ustedes, que me dejaron solo con el Rossi más chico que se vino de mala gana a cuidarme porque fue el único que se quedó por esta semana, son los culpables de mi abandono. Ese hermano tuyo, Florcita, que viene con olor a gato impregnado en toda su ropa. ¡Qué asco! ¡Olor a gato! Luchito, bañate, perfumate, sacate el olor de ese gato horrendo que metiste en tu departamento. ¡Desgraciado! Ese Felipe ya me las va a pagar. Por lo pronto, lo primero que hago cuando Luchito llega es lambetearlo por todos lados. No lo hago porque lo quiero (si es un maldito traidor...) sino tan sólo para declararle la guerra a Felipe. Lo lleno de besos y después me restriego contra su ropa y le dejo todos mis "bellos" pelos color caoba. ¡Tomá, Felipe! ¡Para que tengas! ¡A que no te esperabas un dueño con olor a Pancho! ¡Ja!
Lo único que me consuela es que mientras Luchito está aquí dándome agua fresca, comida y sacándome al parque, Felipe está solo en el departamento de Palermo extrañándolo.
O sea, sufre igual que yo.