martes, febrero 28, 2006

Fama


Muchachos, la Argentina está de luto.
Sí señor, hoy se murió Jazmín, el perrito más mediático y famoso de este país. El perrito de Susana Gimenez.
Claro que ustedes seguro que ni saben quién es Susana Gimenez (Nano, debe saber).
Jazmín era tratado como un verdadero duque por su dueña y por los medios televisivos cholulos. Era un yorkshire al cual le hacían claritos en las mejores peluquerías, comía los más deliciosos manjares, se vestía con una capa de armiño (¡mah que xupa, Buffy!) y su collar estaba adornado con perlas brillantes. Se rumoreaba que era gay pues le presentaron varias perritas y él ¡nada!. También se rumoreaba que, en realidad, el verdadero Jazmín había muerto en 1998 en las garras de un dogo que lo destrozó íntegro y que el que murió ahora era un doble que él tenía (todos los famosos tienen dobles, ¿vieron?).
Jazmín pasó varias cruzadas. ¡Aprendió a volar de las manos de Roviralta (una ex pareja de Su)! Y aprendió a aterrizar en las manos de los paparazzi. Salía a todos lados con su dueña que como era mínimo lo llevaba en su cartera. Restaurantes caros, autos de lujo. Viajaba en primera clase, ¡nada de viajar en el depósito!
Hoy Jazmín ha pasado a mejor vida. Ninguna de sus joyas le sirve hoy.
Amigos, del polvo venimos y al polvo volvemos.

Los gatos de mi vida

Antes de que yo me apareciera en el alero de esta casa había una gata muy malhumorada que vivía en las inmediaciones de los Rossi. La habían encontrado hacía muchos años en el motor del auto (no me pregunten cómo corno llegó allí) pero nunca se volvió muy cariñosa con los humanos. Los Rossi le daban de comer y eso era todo.
La cosa fue con Malena. La dejaban ahí porque Malena la quería. Y la gata se había encariñado con Malena. Y claro, ¿cómo no se iba a encariñar con una collie que se prestaba de madre y la amamantaba todas las veces que ella quería? Así que la gata y Malena eran un dúo dinámico (madre e hija) que tomaban sol en el jardín y jugaban a perro y gato (pero de mentira, sin lastimarse).
Dos hembras que se llevaban bien. Una dupla que duró unos diez años.
Hasta que llegué yo, je.
Y se pudrió todo.
Y sí.
A mí los gatos no me gustan (si hay algún gato que me lee sepa disculpar, la cosa es con los gatos de carne y hueso, no con los virtuales). Y menos un gato malhumorado. No me gusta ningún ser malhumorado (para eso estoy yo que me basto solito con mi malhumor). Y esta gata se puso celosísima. Claro que yo en celos le gano a cualquiera pero cuando llegué a esta casa no había de quién estar celoso. Imagínense, yo venía de estar en la calle exhausto y lastimado y de pronto me encuentro con un montón de Rossis haciéndome mimos y una collie que me aceptó enseguida (algo que yo nunca hubiera hecho de haber estado en su lugar porque soy un maldito egocéntrico). Y cuando vieron que la gata malhumorada empuñaba sin razón sus afiladas garras hacia el único ojo sano que me quedaba decidieron que ya era bastante.
Y se la llevaron lejos.
Y el dúo dinámico dejó de ser dúo.
Malena y yo empezamos a tomar sol juntos en el jardín.
Hasta que se murió de viejita.

viernes, febrero 24, 2006


Ayer se cayó el cielo de Buenos Aires. ¡Frío! ¡Ya me había olvidado como era eso! Mis amigos los pajaritos se han ido a anidar al Gynco y yo estoy aquí, en mi silloncito de madera mirando como las gotas se empeñan en estrellarse contra el vidrio de esta ventana.
Ahora que lo pienso, no tengo tío para robarle la capa.

jueves, febrero 23, 2006

Sensación térmica


He escuchado que los humanos por acá dicen:

-Tengo frío.
-Ponete la capa de tu tío.

-Tengo calor
-Tocá el tambor.

¡Denme ya un tambor! No sé qué demonios será eso pero si me alivia el calor ¡¡¡hago lo que seaaaaa!!!

sábado, febrero 18, 2006

martes, febrero 14, 2006

Yo, Pancho

Por tres días fui Rey de nuevo.
Yo, Pancho.
¡Ja!

Adoro dormir en su pantalón rojo. Pero ella no y, de hecho, se enoja conmigo pues le dejo todo mi olorcito que no es muy rico, parece. Acto seguido, hay que lavar el pantalón rojo. Y así, todo el tiempo. Han traído, junto con el Despeinado, unas plantas para plantar en el jardín. Una aljaba y una begonia. Mientras ella plantaba la aljaba me iba diciendo que "ojo con mear la aljaba, pancho, que te mato". Primero la olisqueé y luego le eché un chorillo de mi líquido interno. No es para menos, es mi sello imperial, che.
Hubo doble ración de carne y arroz. Se ve que el sistema de mostrar el super colmillo cuando estoy hambriento da buenos resultados.
Hubo mimos, caricitas y ¡¡¡no me bañaron!!!

¿Soy o no soy el rey?
¡Ja!

jueves, febrero 09, 2006

Tranquilo

La veo trabajar con los pies descalzos. Me encantan sus pies descalzos porque entonces yo me acuesto cerca suyo y ella empieza como en un ademán automático a moverlos y, por ende, a hacerme caricitas. Yo sé que en realidad está pensando en otra cosa y pienso que a veces soy algo así como un felpudo peludo tirado abajo de su escritorio pero no me importa. Saber que está allí, que no estoy solo, que me puedo ir a hacer mis cosas y volver sabiendo que ella está, no se fue, es una sensanción impagable.

miércoles, febrero 08, 2006

Desesperación

Será que es así, nomás. Esto de la independencia y el crecimiento de los humanos me tiene los nervios de punta. Porque, en definitiva, ellos se van a hacer sus experiencias en sus casas nuevas y yo me quedo aquí esperando las visitas esporádicas. Y ahora que Lucho se ha ido dejando su habitación vacía, ahora que la puerta de la habitación queda permanentemente cerrada, ahora que la casa se ha quedado más sola que nunca -Mamá y Papá Rossi están de viaje- me agarra una angustia terrible que quiero destrozar todo. No es que yo sea un destrozón porque sí. Además ese silloncito me gustaba mucho. Era mi lugar donde me sentaba a esperarlos a que volvieran de trabajar, donde más me gusta dormir porque no es blandito como el otro y entonces no me hundo mucho, sólo lo necesario. No es que yo haya querido hacerlo adrede. Es importante que entiendan esto. Pero fueron demasiadas maletas juntas.
Cuando mi dueña entró y vio el destrozo casi no dijo nada porque me vio desesperado por un poco de compañía. No es que llorara pero tampoco estaba feliz de verla. No era felicidad sino desesperación, si es que nosotros los perros podemos sentirnos de ese modo.
Y es no estoy acostumbrado a quedarme completamente solo.
O me llevan con ustedes a la capital o vienen para acá.
Pero hagan algo.